domingo, 27 de junio de 2010

Respuesta

Querida:

Hace tanto tiempo que no sabía nada de ti. Me alegro que estés bien, que se hayan adaptado en Barcelona tu gordo y tú, que al fin tomen en cuenta tu trabajo, que tu embarazo se haya afirmado y las pérdidas hayan pasado. Me preguntas por mí, que cómo está mi vida, que si alguna vez me va a durar una relación en serio, que ya está bueno que termine la carrera.
¿Sabes? Me siento bien, pese a todo lo que ha pasado. Ando contenta, y no había podido decir eso con ganas hace años.
Creo que no me vas a entender, que nunca vas a lograr ponerte en mi lugar, pero a la larga da lo mismo, te vas a olvidar de este correo apenas termines de leerlo.
La única cosa que yo nunca entendí y ahora quisiera preguntarte es por qué te mamaste tantos años a mi lado si siempre te caí mal, y saber por qué preparaste por tanto tiempo esa venganza, si a la larga yo siempre me las arreglo, y lo sabes. Fue un error táctico de principiante, tienes que reconocerlo: quemaste tus cartuchos con pocas bajas para el enemigo.
Suerte para la próxima.Ya no será conmigo.


Besos,
Laura.

miércoles, 16 de junio de 2010

Dispersión

"Dispersa, así ando: absolutamente dispersa". Caminó, sin concentrarse mucho en nada de lo que pasaba bajo sus pies, sobre su cabeza o junto a sus caderas. Le daba vueltas en la cabeza la idea de probar un refuerzo farmacológico, una nueva relación, meditación zen o un viaje a Pernambuco. Ya llegaba a casa. Y tan distraída iba que no vio las señas desesperadas del vecino del frente, ni recordó el consejo de su hermana de tener precaución con los hombres tuertos al tirarle las cartas dos semanas atrás. Y dispersos quedaron los cachivaches de su cartera, dispersa su sangre sobre la vereda.

lunes, 14 de junio de 2010

Fragilidad

Siempre le tuve miedo a la fragilidad. A la de la vida, de los afectos. A la fragilidad de la mente y del cuerpo. A la fragilidad del orden, de la estabilidad, de los recuerdos y de mis mundos construidos sobre mis propios miedos. 
No recuerdo cuándo te vi por primera vez, quizás porque en ese momento tu presencia me era absolutamente intrascendente. Sí recuerdo, en cambio, la última vez que te vi, despidiéndote a través de la ventanilla. De alguna manera mi cuerpo intuyó antes que mi cabeza que ese gesto ligero de tu mano diciendo adiós era el más definitivo de todos. La mañana se me antojó el doloroso salto al abismo de tu ausencia, y el despegue de toda la materia viscosa y gris que me asqueó durante esas últimas semanas que pasamos. 
Contigo se fueron tantas cosas, que siento que parte de la que fui se murió. No es raro: más de diez años en común dejan más de una marca en la pared. Y ahora... tan lejos, tan lejos, tan ajena, tan asqueada de toda la turbiedad del final... Creo que el terremoto sacudió algo más que la tierra y los cimientos de las casas.
La fragilidad de nuestra relación, que necesitó menos de tres meses para morir... Sé que desde esa tarde de cervezas en Bellavista algo olía raro, que tu llegada tenía un frío que no quise asociar con el fin, haciéndole el quite a reconocer que ese olor era el olor de la muerte. 
Hoy estás lejos, hoy quieres estar lejos. Hoy te fuiste, dejando un sabor de retorcidas excusas, de sombras de sospechas jamás confirmadas, de rencores que yo ya había olvidado y que tú me soltaste justo antes que la tierra nos zamarreara.
Necesitaba enterrarte en mi memoria, junto con todos mis fantasmas: los que me hirieron, los que herí yo, los que me traicionaron, los que me abandonaron, los que abandoné yo, las cuerdas que se cortaron solas y las que corté yo, los que me negaron, los que yo negué, los que se fueron alejando por la montaña de mierda que de ambos lados dejamos crecer al medio. Hoy tú te vas. Hoy puedo cerrar el círculo, hoy cierro el hoyo que dejaste en el pecho, hoy cierro la puerta. A nuestra edad ya no se abre de nuevo.