sábado, 31 de octubre de 2009

Tarde de sábado


La espalda de la mujer está cubierta por los brazos firmes de él. Ella se aferra a su cuello como si la vida manara de su boca. El abrazo apresurado sobre las mantas mientras el sol brilla afuera, los niños gritan en el patio, los documentales en la televisión cuentan historias para nadie, los abuelos duermen la siesta en el cuarto contiguo. El instante supremo en el que están cara a cara la vida y la muerte. El blanco, el negro y el rojo fundiéndose en el cerebro en el momento de llegar a la cima, la pequeña explosión que derrumba las fronteras de los cuerpos y las barreras cotidianas, que nos deja los ojos y el alma desnudas por un segundo/ una ventana por la que mirarnos sin reservas.

De vuelta a la materia. Las ropas en el suelo, cogerlas de prisa antes que nos veamos con los ojos fríos. Hay que lavar la loza, hay que ver qué hacen los niños, hay que arrancarnos del pedazo de eternidad que recién compartimos. No pensar que nos miramos sin mentiras posibles, porque eso intimida. El abrazo cómplice se vuelve mecánico. Mejor correr a la cocina, por lo menos el agua corriendo por los brazos no se arrepiente de sus carreras sobre la piel.

sábado, 17 de octubre de 2009

Maltrato


Las heridas no sólo duelen en el cuerpo
las que más duelen son las del alma
las del corazón, las del orgullo.

Los moretones en la autoestima
las cicatrices en la dignidad
las fracturas en la moral
las heridas que duelen donde no se ve.

¿Cuánto cuesta recuperar lo que se quebró?
¿Quién me borra las marcas de la violencia
que quedan amarradas a la conciencia?

Los golpes que no sólo dejan hematomas
en la piel sino que también deshonran
que me roban la paz y me desnudan
bajo la luz cruda de la vulnerabilidad del cuerpo.

La fragilidad del cuerpo es la indefensión del espíritu.


sábado, 10 de octubre de 2009

Partidas perdidas


La lámpara de pared que se apaga sola
no es un buen indicio de otra noche insomne
la noche que se me cuela en las vísceras
no es una señal de luz en el camino

me río de los malos presagios
desoigo a la mala fortna
boto la sal al piso, quiebro imágenes repetidas
y corro al encuentro del gato negro

ya supe que las muertes que me quedan
son sólo parte del juego
que las apuestas perdidas
sólo me limpian los bolsillos de residuos


aprender a perder es mejor
que siempre ganar


sólo el que sabe perder
de veras sabe jugar.


martes, 6 de octubre de 2009

Las mujeres solas


Solas las mujeres solas
fuera de sí mismas 
vagan por las calles solas
con los sueños ahogados
en fluoxetina y mamaderas sucias
en horarios de oficina
y palabras rudas
en medio de las labores grises
del cansancio estéril
de la soledad de sus noches
plagadas de televisión y ronquidos.


Ya no lloran las mujeres solas
porque hasta las lágrimas se han secado
de tanto amamantar hijos
y lavar loza en las tardes
de tanto perdonar golpes y olvidos
y convertirse en pan cada día.


Las mujeres solas miran de reojo
a las otras mujeres solas
se reconocen
pero ya es muy tarde para el abrazo
porque el marido espera la cena
y hoy hay reunión de apoderados.


lunes, 5 de octubre de 2009

Encuentros

(...) tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola,
que del vecino
territorio del amor,
ese desesperado,
empezarán a mirarnos
con envidia.

Mario Benetti
Durante años esperé la llegada del amor,
ese amor tieno, comprometido,
ese amor rosado en el que me enseñaron a creer
viejas historias azucaradas y llenas de corazones rosados.

Llegó tantas veces,
tantas veces el arcoiris se destiñó en la rutina,
en el sarcasmo, en el rencor.

Tantas veces el príncipe azul cambió de ojos,
de piel, de voz,
y sin embargo, uno y miles
el príncipe resultó ser sólo un impostor.

Pensar que creía a pie juntillas las historias que me hablaban 
de finales felices con un vals como música de fondo.
Me condicionaron desde niña a creer
en una mentira piadosa.

Busqué infatigable a ese hombre prometido, 
a la mitad de la naranja.
Nadie me contó que yo ya era una naranja entera.

Con miles de caídas aprendí que no hay hadas madrinas
ni carrozas esperando para llevar a la princesa
que no soy / al baile de gasas del palacio.

Cuando ya me había cansado de buscar por calles y plazas
al príncipe inexistente,
cuando me resigné a ser Madeleine olvidada por el caballero,
Penélope que espera viuda sin saberlo,
te encontré.

Tú, que nunca serías caballero;
tú, que no luchas con dragones ni resacatas damiselas;
tú, que no viniste a buscarme en un caballo blanco
sino que nos tropezamos en el camino.

Entre las sábanas rojas y la media luz
de un hotelucho de tercera
no viniste a proponerme ser la reina de tu palacio,
 ni a salvarme de mi propio desconsuelo,
tú apenas me ofreciste un oído atento,
un cuepo tibio, una amistad a escondidas.

Sin darme cuenta de lo que hacía
tomé tu mano, miré en tus ojos
y encontré la franqueza tantas veces negada.

Compartimos camas de alquiler,
compartimos cafés de noche en un rincón,
compartimos miradas transparentes
en medio del humo y la cerveza,
compartimos la eterna nostalgia del estar vivos,
compartimos conversaciones sin fin
donde rehicimos el mundo según nuestros sueños.

No me ofreciste nada, y me diste todo.
Una amistad oculta se convirtió en mi refugio personal.
Todo lo iluminaste tú, amigo.

Con tus ojos, tu franqueza,
tu esperanza y tu cansancio,
en las horas contadas / robadas a lo correcto, 
trenzamos un lazo más fuerte y verdadero
que los hechos en las fábricas.

Me / te aseguraste al escondite,
sin cortar las alas y las raíces antiguas,
no nos hicimos cosas / nos hicimos más personas.
Sin pertenecerme / te , nos hicimos nuestros.

Si pudiera gritar por las calles que nuestra amistad
es más grande que sus amores de contratos de cartón y anillos dorados,
nadie me lo creería, las comadres susurrarían
nuestra historia a media voz, nos censurarían y dirían
que no es más que farsa y desvergüenza.

En algo tienen razón:
no me avergüenzo.

Eres mi amigo, mi hermano,
mi cuerpo-refugio, mis ojos-amaparo.
Soy los tuyos.

Un momento a solas lejos del ruido vulgar.
Es todo lo que necesito para rearmarme antes
de volver al dolor cotidiano.

Benditos sean los malditos.
 

domingo, 4 de octubre de 2009

Trinidad Magdalena

Yo te quiero libre
como te viví
libre de otras penas
y libre de mí.

Silvio Rodríguez.

Un día, sin pedir permiso,
llegó el lucero a alojarse en mi vientre.
Apenas una ráfaga azul presagió su venida.

Me habitó por completo,
se apropió de mi mente y mis sentidos.
Su dulzura llenó mis sueños,
su luz me iluminó en los momentos de tinieblas.
Su llegada fue la entrada en el reino de los cielos,
el consuelo en el dolor
la alegría completa,
el miedo permanente de perderla.

El lucero se duerme a mi lado,
colma mis sábanas de destellos de durazno
y mis ojos los llena de amaneceres.

El lucero crece junto a mí,
adorna mis días con estrellas rosadas
y mis noches con canciones de cuna.

El lucero me abrazó
y ya no estuve sola.

¿Lo sabes?


La multiplicidad de los besos

besos que duelen
besos que curan heridas
besos que embriagan
besos que drogan
besos que matan
besos que salvan
besos que endulzan
besos que trastornan
besos besos besos

besos he tenido por miles
pero son los tuyos
sólo los tuyos
los que sólo una vez probé
los que me angustian
los que me frustran
los que hoy
no me dejan pensar

tu indiferencia duele
la locura de no saber
el dolor de perderte
tu sombra se desvanece
en cuanto mis ojos
tocan los tuyos

nadie me dijo que tu beso
era una despedida
nadie me dijo que el cielo
sabía a muerte.

Rejas rotas / Conversación

A Jaicius,
mil gracias
por dar la última vuelta
a la llave de la reja
y permitir la fuga masiva


Años esperaron las palabras
atrapadas en la garganta
atoradas en las muñecas
escondidas tras el humo del tabaco

encerradas / enjauladas
el pánico escénico
el miedo a la libertad
el terror a los recuerdos
las obligaron a marchitarse
confinadas a apretujarse
en la cabeza, en el corazón

pero el dolor que las condenó
ahora necesita de su auxilio
ya no caben todas juntas
se caen / gotean por los dedos
por las orejas / por los dientes
se fugan de su presidio
se liberan de su sentencia

las palabras se me hicieron ajenas
un día / nos desconocimos
ahora esas mismas extranjeras
que siempre estuvieron en mi sangre
me dicen : "No nos destierres
te poblamos desde siempre,
llevamos tu alma
amarrada a nuestras trompetas"

Ahora las mando a recorrer el mundo
tal vez así logren limpiarme
de toda la basura que años de encierro
de dolores y decepciones
dejaron dentro.