lunes, 5 de octubre de 2009

Encuentros

(...) tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola,
que del vecino
territorio del amor,
ese desesperado,
empezarán a mirarnos
con envidia.

Mario Benetti
Durante años esperé la llegada del amor,
ese amor tieno, comprometido,
ese amor rosado en el que me enseñaron a creer
viejas historias azucaradas y llenas de corazones rosados.

Llegó tantas veces,
tantas veces el arcoiris se destiñó en la rutina,
en el sarcasmo, en el rencor.

Tantas veces el príncipe azul cambió de ojos,
de piel, de voz,
y sin embargo, uno y miles
el príncipe resultó ser sólo un impostor.

Pensar que creía a pie juntillas las historias que me hablaban 
de finales felices con un vals como música de fondo.
Me condicionaron desde niña a creer
en una mentira piadosa.

Busqué infatigable a ese hombre prometido, 
a la mitad de la naranja.
Nadie me contó que yo ya era una naranja entera.

Con miles de caídas aprendí que no hay hadas madrinas
ni carrozas esperando para llevar a la princesa
que no soy / al baile de gasas del palacio.

Cuando ya me había cansado de buscar por calles y plazas
al príncipe inexistente,
cuando me resigné a ser Madeleine olvidada por el caballero,
Penélope que espera viuda sin saberlo,
te encontré.

Tú, que nunca serías caballero;
tú, que no luchas con dragones ni resacatas damiselas;
tú, que no viniste a buscarme en un caballo blanco
sino que nos tropezamos en el camino.

Entre las sábanas rojas y la media luz
de un hotelucho de tercera
no viniste a proponerme ser la reina de tu palacio,
 ni a salvarme de mi propio desconsuelo,
tú apenas me ofreciste un oído atento,
un cuepo tibio, una amistad a escondidas.

Sin darme cuenta de lo que hacía
tomé tu mano, miré en tus ojos
y encontré la franqueza tantas veces negada.

Compartimos camas de alquiler,
compartimos cafés de noche en un rincón,
compartimos miradas transparentes
en medio del humo y la cerveza,
compartimos la eterna nostalgia del estar vivos,
compartimos conversaciones sin fin
donde rehicimos el mundo según nuestros sueños.

No me ofreciste nada, y me diste todo.
Una amistad oculta se convirtió en mi refugio personal.
Todo lo iluminaste tú, amigo.

Con tus ojos, tu franqueza,
tu esperanza y tu cansancio,
en las horas contadas / robadas a lo correcto, 
trenzamos un lazo más fuerte y verdadero
que los hechos en las fábricas.

Me / te aseguraste al escondite,
sin cortar las alas y las raíces antiguas,
no nos hicimos cosas / nos hicimos más personas.
Sin pertenecerme / te , nos hicimos nuestros.

Si pudiera gritar por las calles que nuestra amistad
es más grande que sus amores de contratos de cartón y anillos dorados,
nadie me lo creería, las comadres susurrarían
nuestra historia a media voz, nos censurarían y dirían
que no es más que farsa y desvergüenza.

En algo tienen razón:
no me avergüenzo.

Eres mi amigo, mi hermano,
mi cuerpo-refugio, mis ojos-amaparo.
Soy los tuyos.

Un momento a solas lejos del ruido vulgar.
Es todo lo que necesito para rearmarme antes
de volver al dolor cotidiano.

Benditos sean los malditos.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Algo que acotar?
Diga lo que tenga que decir...