domingo, 4 de octubre de 2009

Trinidad Magdalena

Yo te quiero libre
como te viví
libre de otras penas
y libre de mí.

Silvio Rodríguez.

Un día, sin pedir permiso,
llegó el lucero a alojarse en mi vientre.
Apenas una ráfaga azul presagió su venida.

Me habitó por completo,
se apropió de mi mente y mis sentidos.
Su dulzura llenó mis sueños,
su luz me iluminó en los momentos de tinieblas.
Su llegada fue la entrada en el reino de los cielos,
el consuelo en el dolor
la alegría completa,
el miedo permanente de perderla.

El lucero se duerme a mi lado,
colma mis sábanas de destellos de durazno
y mis ojos los llena de amaneceres.

El lucero crece junto a mí,
adorna mis días con estrellas rosadas
y mis noches con canciones de cuna.

El lucero me abrazó
y ya no estuve sola.

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