lunes, 14 de junio de 2010

Fragilidad

Siempre le tuve miedo a la fragilidad. A la de la vida, de los afectos. A la fragilidad de la mente y del cuerpo. A la fragilidad del orden, de la estabilidad, de los recuerdos y de mis mundos construidos sobre mis propios miedos. 
No recuerdo cuándo te vi por primera vez, quizás porque en ese momento tu presencia me era absolutamente intrascendente. Sí recuerdo, en cambio, la última vez que te vi, despidiéndote a través de la ventanilla. De alguna manera mi cuerpo intuyó antes que mi cabeza que ese gesto ligero de tu mano diciendo adiós era el más definitivo de todos. La mañana se me antojó el doloroso salto al abismo de tu ausencia, y el despegue de toda la materia viscosa y gris que me asqueó durante esas últimas semanas que pasamos. 
Contigo se fueron tantas cosas, que siento que parte de la que fui se murió. No es raro: más de diez años en común dejan más de una marca en la pared. Y ahora... tan lejos, tan lejos, tan ajena, tan asqueada de toda la turbiedad del final... Creo que el terremoto sacudió algo más que la tierra y los cimientos de las casas.
La fragilidad de nuestra relación, que necesitó menos de tres meses para morir... Sé que desde esa tarde de cervezas en Bellavista algo olía raro, que tu llegada tenía un frío que no quise asociar con el fin, haciéndole el quite a reconocer que ese olor era el olor de la muerte. 
Hoy estás lejos, hoy quieres estar lejos. Hoy te fuiste, dejando un sabor de retorcidas excusas, de sombras de sospechas jamás confirmadas, de rencores que yo ya había olvidado y que tú me soltaste justo antes que la tierra nos zamarreara.
Necesitaba enterrarte en mi memoria, junto con todos mis fantasmas: los que me hirieron, los que herí yo, los que me traicionaron, los que me abandonaron, los que abandoné yo, las cuerdas que se cortaron solas y las que corté yo, los que me negaron, los que yo negué, los que se fueron alejando por la montaña de mierda que de ambos lados dejamos crecer al medio. Hoy tú te vas. Hoy puedo cerrar el círculo, hoy cierro el hoyo que dejaste en el pecho, hoy cierro la puerta. A nuestra edad ya no se abre de nuevo.

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