domingo, 31 de enero de 2010

Te elimino.


Qué ganas de ser, por una vez (y este deseo no se repetirá) Neruda rompiendo tu recuerdo con los versos finales del "Poema 20", y no la eterna Gabriela Mistral de "Balada". Qué ganas de sacarme tu imagen-obsesión con determinación, y no sufrir cada noche autoflagelándome con tu desprecio. Si, al menos, valieras todas las lágrimas, todo la angustia... pero el final de todo fue tan vulgar, como cualquier villano de teleserie mejicana... que no puedo transfigurarme de dolor con tu imagen, sino que simplemente me pesa en el pecho, en la lengua y en el útero, y se me pega como candado oxidado. Y se descompone, y hiede.
Creo que lo único que guarda tu imagen en mí es la suma de mi obsesión y la imagen que tuve de ti, antes de la decepción final... ni siquiera una traición heroica que amerite tu propia expiación, sólo fue la vulgaridad de tu propia mesura falsa, plástica, kitsch. Equilibrio-en-tres-fáciles-pasos. Un final de valsecito peruano o de corrido mejicano o de bolero hubiese sido digno, pero no el silencio vacuo de una balada-pop-romántica-latina.La ofensa de la vulgaridad es la peor traición que pudiste hacerle a la memoria.
Y ahora sí, ahora que ya me limpio lo último que quedaba, te puedes ir. Pero no con una lágrima secándome en mis ojos, sino con lo único que le queda a tu mediocridad: una canción de Arjona (te la debo porque no me sé ninguna). Y por fin, al fin, tu fin, este fin.

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